El ministro habla de todo: la candidatura de Cristina, la guerra con Clarín, la gestión de Garré, la oposición y las zonceras del siglo XXI. Mirá el video y la galería de fotos.
Despojo. Esa es la primera impresión que se tiene al cruzar el umbral del despacho de Aníbal Fernández. A diferencia de otras dependencias públicas, en esos escasos metros cuadrados hay pocos muebles, la luz del sol inunda todos los rincones, el blanco gana la pulseada de colores y los papeles o libros que suelen estar arrumbados en algún escritorio o biblioteca brillan por su ausencia. Ni siquiera tiene allí un ejemplar del que lleva su firma y acaba de editar Planeta, Zonceras argentinas y otras yerbas, un manual que rescata el desafío que inauguró Arturo Jauretche y que, en esta oportunidad, lleva como prólogo un texto de la presidenta Cristina Fernández.
Sin embargo, aquella oficina tampoco es la viva imagen de un ambiente zen. Hay seis televisores prendidos constantemente, un celular que suena por momentos y una notebook que recibe mensajes y Fernández chequea cada vez que puede. Como si en un mismo rato, el jefe de Gabinete pudiera superponer el tiempo. Como si disfrutara –y lo hace– de tanta hiperconexión. Eso sí: celosamente resguardado por los empleados que tiene a cargo, pocas personas pueden entrar en su oficina a la vez. Una condición que, mientras realiza la entrevista con Veintitrés, sólo rompe Carlos Zanini, el secretario Legal y Técnico de la Presidencia, sorteando las barreras de ese espacio sin siquiera tocar la puerta. Y entonces, cuando Fernández nota su presencia, lo invita a pasar y termina rápido con la sesión de fotos. Porque, de golpe, en su agenda ya no hay lugar para superponer tantas actividades y los retratos para las cámaras no forman parte de su prioridad. “Yo trabajo para la presidenta Cristina Fernández –sentencia–. Y es más: cuando llegue el momento de irme a mi casa, seguiré colaborando porque es el único proyecto en el que creo, pero con pata y todo.”
–En su libro, la Presidenta habla de la batalla cultural que están llevando adelante. ¿Cuál es, concretamente?
–Hay una discusión que se hizo pública entre quienes apreciamos una propuesta nacional y popular, y lo mostramos a cara descubierta con ganas y con vocación, y quienes tienen una visión de otra característica. Las primeras zonceras del libro están dedicadas a eso. Hay una inconsistencia en el discurso de la oposición, que primero define que el problema del país es la baja calidad de la inmigración e, inmediatamente después, dice que el problema de la Argentina somos los argentinos. De ahí pasamos a culpar a la educación, pero nosotros hemos invertido como nadie; después es la educación de los políticos y, finalmente, terminamos en el peronismo. En esta discusión lo que suele suceder con los analistas, con los politólogos, con los (Fernando) Savater, es que como no pueden explicar a la Argentina terminan diciendo que la culpa la tiene el peronismo. Más o menos esa visión es la que nos muestra cuál es la batalla cultural. Nosotros queremos discutir todo lo que estamos viendo como el futuro de los argentinos, con vocación de que haya igualdad de oportunidades para todos.
–Usted es creyente, ¿por ese motivo no incluyó zonceras religiosas?
–Me parecía que lo primero que teníamos para discutir eran aquellas cuestiones que estaban pura y exclusivamente destinadas a lastimar o agredir al Gobierno. En el capítulo que habla sobre el autismo del Gobierno, evidencio el profundo desprecio que se tiene por aquellos que padecen este trastorno del desarrollo y muestro también que en el documento de la Iglesia alguna vez se utilizó ese término para calificar al Gobierno. Con lo cual flaco favor les hacen a aquellos que están dolidos o, por lo menos, preocupados por la situación personal que les toca vivir.
–En referencia a la batalla cultural, mencionó que deben discutirse varios temas en los que ya avanzaron...
–Cuando digo discutir no significa que primero discutimos y después tomamos las decisiones. Vamos a ir tomándolas porque es nuestra responsabilidad como gobernantes. De todos modos, las zonceras no van a dejar de existir nunca. Nacen, existen y seguirán existiendo porque son, como lo dice el propio Jauretche, principios que desde muy chiquitos o en dosis para adultos nos fueron inculcadas como verdades reveladas y terminaron siendo las cosas que nos impidieron pensar el país que realmente tenemos que pensar. No nos detienen las zonceras pero hay que mostrarlas aunque sea para llamar la atención, para que los jóvenes tengan con qué discutir cuando les dicen determinadas cosas que son, más que zonceras, estupideces o muestras exorbitantes de mala leche.
–También quedan muchas cosas por hacer. ¿No considera que el Gobierno debería ser más agresivo en cuanto a la redistribución del ingreso para que realmente llegue a más sectores y con más profundidad?
–En términos de profundizar, diría que lo hicimos a niveles superlativos. Néstor Kirchner tomó la Argentina con 54 por ciento de pobreza, 27,7 de indigencia y 28 puntos de desocupación. Hoy esta última orilla el 7 por ciento, la pobreza está por debajo de un dígito y la indigencia prácticamente se ha extinguido con la Asignación Universal por Hijo y la asignación universal para embarazadas. Ahí estamos hablando de distribución, llegando a los sectores que fueron marginados y excluidos en un mundo neoliberal.
–Pero todavía hay empresarios que son considerados vivos porque evaden impuestos o cobran en negro...
–Eso se les va terminando. Cada vez les cerramos más el cerco. Estamos muy convencidos de que siguiendo con la profundización del modelo vamos a llegar a cerrar ese circuito. Cuando discuten respecto de la presión tributaria o el tema de entidades financieras, que no se explica nada y pocos lo conocen.
–¿Lo mismo sucede con el proyecto de ley de Héctor Recalde, respecto de la participación de los trabajadores en las ganancias de las empresas?
–Ese proyecto, que no conozco bien a fondo, hoy no está vedado a que se discuta en el marco de las convenciones colectivas y genere un acuerdo entre empleadores y trabajadores. No sé qué suerte correrá el proyecto. Hugo Moyano es el secretario general de la Confederación General del Trabajo y como tal tiene responsabilidades y derechos que seguramente llevará a la práctica en defensa de sus representados. El Gobierno tiene sus responsabilidades y el Congreso tiene las suyas. Cada uno puede tratar de consensuar. Varios de los cráneos argentinos discuten como si el consenso fuese la bendición de la mano divina; no entienden que el consenso, justamente, nace después de un disenso. Y eso es lo que suele suceder en la CGT, en el Gobierno, en el Congreso. No creo en un sindicalismo amarillo que solamente reclama. Creo que se trata de un actor con componentes y responsabilidades de participación política que tendrá que hacerlas conocer.
–En las últimas semanas se habló de los deseos de ese espacio de ubicar a sindicalistas en las listas, por ejemplo...
–No me hago cargo de eso, son conjeturas. Tienen todo el derecho. Forman parte de la vida política y si pretenden formar parte de las listas, tienen derecho. Cómo se componen esas listas, habrá que discutirlo cuando llegue el momento.
–¿Todavía no llegó?
–Eso se da el último día, a última hora, desde que el mundo es mundo.
–Para los trabajadores sindicalizados se acaba de presentar un plan de viviendas. Como iniciativa es alentadora, pero ¿cómo piensan evitar posibles bolsones de corrupción que se generen a su alrededor, a partir de los múltiples actores que intervienen en el proceso?
–La corrupción existe en todos los niveles y en todos los órdenes de la vida. Lo que hay que hacer es seguir trabajando con responsabilidad, sin dejar de prestarles atención a esos eventuales casos de corrupción, que son los menores, y sancionarlos con dureza.
–En la falta de viviendas se inscribieron los conflictos de fin de año que tuvieron lugar en el Parque Indoamericano y el Club Albariño. ¿El plan es una forma de dar respuesta a esta problemática?
–Nosotros llevamos hechas 500 mil viviendas y unas 350 mil en proyectos de construcción, a punto de terminarse. Es decir, 850 mil viviendas. Va de suyo que el Estado nacional sabe hacerlo. Cuando nos sentamos con Mauricio Macri y su equipo les dijimos que comenzaran su plan y que por cada peso que pusieran, nosotros poníamos un peso. Pero nos hicieron una presentación de unas 10 o 15 hojas, una suerte de trabajo práctico de la universidad al que uno debiera ponerle un cuatro, generosamente, y nunca más presentaron nada. Con lo cual el interés por hacer viviendas no lo tienen.
–La situación en el Indoamericano también disparó otras cuestiones como el tema respecto del manejo de la Policía Federal. ¿Cómo analizó las críticas que hizo la ministra de Seguridad, Nilda Garré, respecto de la institución que usted tuvo a su cargo?
–Es un tema de la ministra.
–Pero usted fue responsable de la fuerza hasta hace poco tiempo...
–Sí, pero yo no siento eso. No la llamé para pedirle explicaciones, no me interesó. ¿Cómo concibo la tarea que llevo a la práctica en el Gobierno? Acompañando todas las decisiones. Porque yo no sé construir política de un modo que no sea colectivo. Entonces, si la ministra está llevando a la práctica una tarea y está poniendo su impronta, la voy a acompañar de cualquier forma. No voy a esmerilar a la ministra. Tengo mi visión y agradezco a quienes fueron los jefes en cada una de las fuerzas porque por mí han respondido con una honestidad intachable. No tengo por qué quejarme. Y si la ministra lo hizo, tendrá que dar sus explicaciones.
–¿Tampoco autocriticarse?
–No, me siento muy conforme con lo que hice.
–Conociendo cómo está organizada la Federal, ¿considera que es una fuerza fácil para reestructurar?
–Ninguno de los cambios en una fuerza de seguridad es simple. Como no los estoy llevando a la práctica, lo único que hago es acompañar a la ministra. ¿Por qué? Porque no voy a conspirar, ni voy a hacer una operación, ni voy a estar llamando a periodistas amigos para que a la ministra no la traten bien. Al contrario. Las decisiones que ella toma las voy a apoyar de la mejor manera que pueda, aunque no esté de acuerdo. Porque lo que está haciendo no lo hace para su beneficio personal sino para beneficio de los argentinos, en nombre de un gobierno del que formo parte. No sé ir para atrás, como algunos ex integrantes de este gabinete que se pusieron en la vereda de enfrente sólo para agraviar porque ayer tuvieron la confianza del Gobierno. Eso es de canallas. Y yo no soy un canalla. Si no estuviera de acuerdo con algo, habrá llegado el momento de irme a mi casa, como se van los caballeros, con el pico cerrado.
–En este contexto, ¿cómo analiza el escenario electoral?
–Estoy convencido de que es inevitable que Cristina sea candidata nuevamente. Teniendo en cuenta que la Argentina es un país fuertemente presidencialista, la mayoría busca a un presidente que sea capaz de cuidarle los garbanzos. Y la única que sabe cómo lograrlo, porque ya lo hizo, es Cristina.
–¿No es un error de construcción política que haya un solo cuadro en el oficialismo para cumplir esa tarea?
–No. Seis meses atrás nunca pensamos que Néstor iba a morirse. Y además, a todos los que venimos atrás, Néstor y Cristina nos llevan un campo de diferencia.
–¿Hay un vice tan claro como la candidata a presidenta?
–No. Es una decisión intrínseca de la propia Presidenta de la Nación, aunque hablo por mí porque no soy su exégeta. Lo que sí creo es que no va a ser un traidor como Cobos.
–¿Ve en la oposición algún político que más allá de las diferencias de matices pueda garantizar la continuidad del modelo?
–No hablo de la oposición. Primero porque no existe en mis cálculos la posibilidad de que se pierda. Pero además la oposición tiene que preocuparse ella misma por esa cuestión.
–Después del 2012, ¿continúa en la gestión o se retira de la política?
–No soy de los tipos que crean que se tenga que vivir históricamente de la política. Un día me convocaron en el ’83 y me fueron llamando para diversos cargos. Fui asesor, secretario del bloque justicialista en el Senado de la provincia, intendente, senador, secretario de gobierno, ministro de Trabajo provincial, secretario general de la presidencia. Nunca me he ido. Siempre me convocaron por alguna razón, cosa que me halaga y satisface. Pero tengo en claro que en algún momento volveré a la vida privada. Mi vida no pasa por una candidatura. Ya fui todo.
–Alguno le diría que sólo le falta ser presidente...
–Todos los curas se acuestan pensando en ser papas. Yo no voy a ser una excepción. Pero tengo muy claro que hoy solamente puede ser Cristina.
–Hoy por hoy, muchos jóvenes ocupan puestos en el Ejecutivo. Y desde diversos sectores se los acusa de militar por los cargos. ¿Está de acuerdo?
–Es un verso. Es un mal típico de los ’90, cuando destruyeron la política e intentaron imponer la idea de que militar era casi pecaminoso. Sin lugar para que los jóvenes se desarrollaran en política, se fabricaban candidatos. Eso era cuestionable. Lo actual no. Los pibes como los que tenemos hoy –La Cámpora, Negros de Mierda, Peronismo Militante y otros tantos– están trabajando en la política. Ahora aquel que trabaja en eso sin pensar en el poder, es como poner a un eunuco en un harén. No sirve para nada. Si uno no tiene poder para cambiar la realidad, ¿para qué trabaja? No veo a los pibes interesados en los cargos sino en la política y eso se lo debemos exclusivamente a Néstor y Cristina.
–Acaba de asumir un nuevo presidente al frente de la UIA. ¿Les conviene en términos de relaciones?
–La UIA tiene la importancia que tiene por ser la unión de industriales. En tanto y en cuanto quieran juntarse con el Gobierno para trabajar en conjunto, será fácil.
–¿La misma relación tienen con AEA?
–Eso es otra cosa. Porque ahí la sola presencia de Héctor Magnetto nos muestra que estamos hablando de una cosa complicada. En la UIA, la incidencia de Techint de impedirle al Gobierno el ejercer los derechos políticos por las acciones que le pertenecen de la empresa demuestre a un Paolo Rocca que se parece mucho a Magnetto, nos mostrará que intentan hacer lo que históricamente buscaron: condicionar la gestión de los presidentes para beneficio de sus propias empresas. Y nosotros no estamos dispuestos a ceder. Lo que les pertenece a los argentinos es cuidado por la presidenta. Nosotros no pusimos la plata en las empresas, la puso la administración de las AFJP. Clarín se aprovechó de esa situación. Perdimos 458 millones de pesos por haber colocado en acciones de Clarín que valían 30 y después se fueron a 6.
–¿Sienten que vencieron a Clarín?
–No. No tengo ningún interés en vencer a Clarín. Quiero que se cumpla
con la ley. Nada más.
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