Del largo inventario de cuestiones que emergen de los últimos diez
años de la Argentina elijo las emociones. De verdad, las prefiero a los
datos y los números que, por importantes que sean, nunca expresan
acabadamente la evolución ni los cambios, probablemente porque, como
decía Lincoln Freire, “las cifras son como los bikinis: muestran casi
todo, pero esconden lo principal”.
La pasión y la emoción como vehículo, para transitar una década
plagada de acciones y decisiones que nos dejan esta Argentina distinta
que hoy vivimos.
Primero, la sensación especial/orgullo de haber acompañado a Néstor
Kirchner en campaña. De ir incorporando de a poco su determinismo, su
entusiasmo, su exaltación por momentos... Lo escuchaba y no podía
creerlo: ¡Tan lleno de convicciones, de proyectos, de reivindicaciones!
Un tipo lleno de “sueños de pizzerías y de cafetines” al decir del Negro
Dolina, que luego se irían cumpliendo uno por uno.
Después, el símbolo del día de su asunción: la máquina de un
fotógrafo hiriéndolo en la frente. ¿Habrá sido un símbolo de lo que
luego sería la relación entre el gobierno y cierta prensa que no puede
acostumbrarse a la pérdida de poder...? Y la satisfacción de escucharlo
decir que no iba a dejar sus convicciones en la puerta de la Casa de
Gobierno.
Y más adelante el inmenso orgullo de ver que, en su condición de
comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, diera la orden de bajar el
cuadro del asesino Videla, de las paredes del Colegio Militar... O la
satisfacción cuando anunció el pago de la deuda con el FMI, para no
tener que soportar sus intromisiones.
Después del Flaco, la responsabilidad de acompañar a la Presidenta en
su primer gobierno y la profunda admiración de verla ponerse el país al
hombro y de enfrentarse al nuevo-viejo enemigo del Pueblo: las
corporaciones.
Y también el entusiasmo de avanzar contra la adversidad. De obtener
logros como la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual o la
recuperación de Aerolíneas Argentinas o la restitución del Sistema
Previsional o YPF en manos del Estado...
Y luego el dolor. El más profundo, el más total. El de la muerte del
amigo, del compañero, del conductor. Y la entereza de Cristina. Y su
compromiso. Y su decisión. Y ese hueco que se le hace a uno en el medio
del pecho, llenándose del optimismo de ver a los más jóvenes ganando las
calles, apropiándose del hoy, proyectándose hacia el futuro en nombre
de la Política.
Y seguramente muchas cosas más. Intimas. Personales. Pero sobre todo,
la inimaginable emoción de haber sido parte del Gobierno que nos
devolvió la Argentina a los argentinos.
fuente
http://www.anibalfernandez.com.ar/index.php/te-lo-digo-yo-220/1214-decada-ganada-inventario
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